lunes, 24 de octubre de 2011

La Mutacion

La segunda vez que lo vi, estaba sentado en el banco de la plaza recortando sonrisas de  las revistas, igual que hace diez años, con todo su pelo blanco y sus ojos claros. Me le acerque para saludarlo. Él levantó la vista y me miró mientras me acercaba pero siguió recortando sonrisas sin detenerse en otras imágenes, como si supiera donde empezaba y terminaba cada una de ellas.

Me puse frente a él y lo salude estirando mi mano. El apoyó su revista en el banco, se puso de pie y se sacudió la ropa para sacarse los pequeños retazos de papel que tenia sobre ella. Me estrechó la mano.

- Buen día Juan ¿Cómo estás? -me dijo el hombre del banco-
- Bien, gracias preguntar. ¿Usted cómo está? -le pregunte mientras tomábamos asiento
- Estoy muy cansado. Los años se me están viniendo encima -me contesto y siguió recortando las revistas.

Observé fijamente al hombre y no podía dejar de pensar cómo, a pesar del paso de los años, se mantenía igual. Su rostro, su cabello; todo estaba igual que hace diez años. La memoria tampoco parecía haberle cambiado. Recordó mi nombre después de diez años pero yo no podía recordar el suyo. Dudaba si alguna vez lo supe…

- Buenos días señor- dijo una anciana al pasar frente de nosotros.
-No la saludes, es una vieja loca esa - me dijo
- No parece estar loca -le conteste, pensado realmente quién estaba loco. Si él, aquella simpática anciana o yo...

- Mirá Juan, te explicaré algo- dejó nuevamente las revistas en el banco, giró para verme de frente y cerró los ojos-: la gente tiene la tendencia de cambiar con los años. Mucha gente cuando crece se corta el cabello, comienza a vestirse diferente y sobre todo a pensar diferente, esa vieja de volvió loca. La mente se les transforma. Mutan.
-¿Mutan?-le pregunte sorprendido, pero en el fondo comprendía perfectamente lo que quería decir.
-Sí, mutan… Todo muta. Mirá esta plaza… cuando yo era niño, aquí no existía esta plaza; había unas viejas caballerizas con olor a bosta y ahora mira este lugar, el caballo real más cerca que tienes está a kilómetros -y  digo real porque no cuento el de la calesita-. La vida de la gente muta; sus cuerpos, sus mentes, sus razones de vida. Todo menos la sonrisa. No el aspecto de la sonrisa, claro; eso cambia con los años, pero el valor no cambia. El valor de la sonrisa no cambia. El mundo cambia. Muta todo, menos yo y las sonrisas.